forense
Estoy de regreso. Me lo prometí y yo represento la última persona en la lista de posibles traicionados de la cual procuro desentenderme y recorrer con mucha lentitud dada la situación de estar obligado a visitarla. Y heme aquí, inspirado o no, con los dedos firmes en el teclado, con lo eficaz o bruto que pueda resultar el desenlace de este párrafo.
De ultrarrené, he vuelto, decidido a resucitar mis textos enlodados y muchos otros eventos en mi existencia que han sufrido un coma transitivo, sepultados entre escombros de estrés, evasiones, obstinaciones, rutinas, desidia, atención dispersa y procrastinación. Sin embargo, en este período de distancia entre mis adentros y los satélites mi cerebro y alma no han cesado de rumiar y tratar de apaciguar la catastrófica manera que llevo a cuestas de hilar y enlazar una que otra neurona para poder hilvanar algún pensamiento no tan ofuscado y así sentarme aquí esta tarde a intentar compartirlo con usted.
El otro día me senté a escribir. No un texto sino una canción. Aunque de alguna manera lo anterior incluye lo ulterior. No tuve éxito en la tarea y ambas cosas no sucedían por primera ocasión. Situación tan común en mi vida como sacar la basura y tan recurrente que la medida para la reparación de tal problemática (dada la relación que tan estrechamente lleva con estados de ánimo o acontecimientos cotidianos por ejemplo) era el aborto de la empresa y su repetición en hora más pertinente.
Se intentó nuevamente al paso de un día y de dos. Los humos del cerebro y el ácido gástrico cada vez hacían del proceso un momento menos cálido a mi gusto. Me inundaba una ferviente necesidad de exteriorizar algo y ese algo negándose rotundamente a salir cual feto que cómodamente en el vientre materno rehúsa renunciar e ir a su encuentro con todo en la vida puesto que su diminuta conciencia lo ignora. Despertó mi curiosidad la similitud con el desarrollo de un embrión a convertirse en un ser con el proceso creativo. Mas en el orden de los factores radica la desaveniencia. Primero el parto y después la gestación del boceto hasta alcanzar un nivel mundo-presentable.
Volviendo a mi relato, trataba de descifrar las metodologías que anteriormente había usado para reunir sonidos agradables y atraparlos en maquetas, consiguientemente me remonté a canciones de antaño. Las olvidadas, las que había enterrado hacía siglos. Saqué del ropero de debajo del polvo grabaciones y papeles arrugados que la verdad me dio gusto encontrar. Y risa. Claramente había habido un cambio y un progreso lo cual me llenaba de alivio por la obvia razón. La historia termina bien, entendí que el problema de mi trabamiento consistía en la manera que utilizo de aproximación al encuentro con la música y las palabras. Alguien me lo había dicho ya y pertinentemente eché el consejo a la bolsa en la que colecciono objetos útiles y de gran uso y que olvido después usar.
En mi sagaz travesía por canciones olvidadas restauré un par y cacheteé otro. Fue muy divertido. Ahora trabajo en la reinterpretación, producción y maquillaje de las mismas y uno de estos días podremos todos escucharlas. Habrán entonces resucitado al igual que yo en este blog. Las canciones y estos textos han vencido a la muerte.
